Entre 1885 y 1910, bajo la presidencia de Porfirio Díaz, se inició un floreciente desarrollo en la economía del café en el Soconusco, Chiapas. Incentivado por políticas de apertura, el alemán Arthur Edelmann fundó en 1888 la Finca Hamburgo en las fértiles tierras de Tapachula, Chiapas, como parte de un esfuerzo regional de desarrollo.

Arthur, acompañado por su esposa Doris Martens y un equipo de colaboradores alemanes, se dedicó con pasión al cultivo del café en estas tierras mexicanas. Combinando técnicas agrícolas europeas con el conocimiento local, lograron que este ambicioso proyecto floreciera, estableciendo un legado duradero.

Aunque Arthur falleció en 1933, su visión fue perpetuada por sus hijos, Harald y Anlees, quienes compartían su amor por estas tierras. Harald, con tan solo 22 años, asumió la responsabilidad de la finca, enfrentando los retos de mantener y mejorar la producción de café. Su visión progresista incorporó tecnología combinada con métodos tradicionales, mejorando el procesamiento del café y respetando las prácticas agrícolas locales.

En 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno mexicano intervino las tierras de origen alemán, obligando a la familia a exiliarse por siete años. A su regreso, Harald y su familia recompraron y restauraron la finca desde sus cimientos, con el apoyo de la comunidad local.

En 1976, Harald falleció dejando la finca en un estado próspero, y su hijo Eberhard Edelmann continuó con la tradición cafetalera, enfrentando retos como la crisis de precios del café en 1989. A pesar de las dificultades, la finca resurgió, consolidándose como un ejemplo de resiliencia y excelencia.

Hoy en día, bajo la gestión de Tomás Edelmann y su familia, Finca Hamburgo sigue destacando en la producción de café de especialidad. Entre sus variedades más apreciadas se encuentra el Pacamara, un cultivar híbrido de Pacas y Maragogype. Este café es reconocido por sus granos de gran tamaño y su perfil de sabor complejo, con acidez brillante, notas afrutadas y florales, y un cuerpo suave y almibarado. Cada taza de Pacamara celebra la rica herencia cultural y agrícola de Chiapas.

En Almanegra, nuestro compromiso es resaltar la riqueza y diversidad de México, honrando tanto su historia como su presente en cada grano que tostamos.